Termina el año, y es inevitable hacer un balance. Para algunos llega diciembre con la satisfacción de haber cumplido los objetivos trazados y con la promesa de nuevos comienzos; pero, para otros, persiste la sensación de que algo importante sigue pendiente. Y frente al comportamiento financiero de los colombianos, en esta época me embarga una preocupación profunda, pues a lo largo de este año hemos sido testigos de una realidad alarmante: muchos siguen cayendo en trampas financieras que comprometen su bienestar económico a corto o largo plazo.
En efecto, sigue siendo común ver la vulnerabilidad ante esquemas irregulares de captación y colocación de recursos. En el afán de encontrar soluciones rápidas a problemas económicos, muchas personas terminan siendo víctimas de empresas fantasma que, con llamativas publicaciones en redes sociales, piden un pago inicial para realizar un análisis de riesgo, pero nunca desembolsan los préstamos prometidos. También, por cuenta de la tecnología, son innumerables los casos en los que los deudores entregan información personal a partir de la cual se materializan impresionantes casos de suplantación. A pesar de que las autoridades, particulares y expertos en la materia han alertado sobre estos fraudes, la desinformación y el deseo de obtener dinero fácil o plazos para cumplir obligaciones sin acudir directamente al financiador siguen prevaleciendo, y afectando especialmente a quienes menos recursos tienen.
También hemos visto cómo, a pesar de las campañas de sensibilización, muchas personas continúan postergando el pago de sus deudas, sin entender que "pagar sí paga". La falta de compromiso con las obligaciones afecta la salud económica y lamentablemente hay quienes se aprovechan de las dificultades para promover el no pago o declaratorias de insolvencia fraudulentas. También, el efecto en el reporte en centrales de riesgo cada vez es entendido como menos “relevante” por quienes se han beneficiado de amnistías de información, porque piensan y creen que esa eliminación les permite acceder nuevamente a crédito formal en el corto plazo, pero realmente terminan afectándonos a todos, ya que lo que realmente genera es el cambio en los estándares de análisis de los financiadores.
Durante este año, desde diferentes frentes hemos insistido, tanto el sector público como el privado, en la importancia de cuidar nuestro dinero, de informarnos antes de tomar decisiones financieras y de pagar nuestras deudas a tiempo. A pesar de ello, seguimos enfrentando los mismos retos, cuya solución no es la resignación, sino persistir en la acción. Siempre habrá factores externos que puedan alegarse como causa para caer en estas trampas; por eso, el verdadero desafío está en lograr avanzar en la educación financiera, y que cada uno comprenda el valor de la responsabilidad y entienda que la "solución fácil" no lo es realmente.
El fin de año es un buen momento para detenerse, pensar y decidir con mayor conciencia, no solo de cara a las nuevas metas, sino también como una oportunidad para cambiar la forma en que manejamos nuestro dinero, nuestras deudas y nuestras decisiones. Es vital que nos sigamos educando y ayudando mutuamente a evitar caer en prácticas que pueden poner en riesgo nuestra estabilidad financiera.
En definitiva, más que un deseo de prosperidad, sinceramente les transmito un propósito de compromiso con el bienestar económico personal y colectivo. Entonces, cuando saquemos la libreta de propósitos, no solo incluyamos metas personales, sino también propósitos comunes y sociales, y tomemos en consideración que el cuidado del dinero, la responsabilidad financiera y la solidaridad, son la base de un futuro más estable para todos.
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